domingo, 14 de octubre de 2018

Narrativa "Memorias de un viajante"

Esta Narrativa escrita por Matilde Nieves Zorita fue 
distinguida por el Jurado del Certamen literario Armando Salgado con el tercer Premio

Memorias de un viajante Hay del espejo cuadrado
Nuevo espejo de hotel...
Mario Benedetti


Cuántos recuerdos trae este fragmento de mis días de viajante
cuando pernoctaba en los hoteles. Durante años recorrí caminos,
muchos de ellos sin asfaltar. Era representante de una editorial Porteña;
vendía tarjetas, postales, calendarios, etc.
El hotel fue durante muchos años mi segundo hogar- un día cualquiera
llegue a un pueblo de la provincia de Buenos Aires, acompañado
por el librero del lugar salimos en búsqueda de alojamiento- era el único
existente, de gruesos y altos paredones, con un inmenso comedor donde
los pisos rechinaban al caminar; el hotelero bien campechano, había sido
un campesino que quiso probar suerte y optó por cambiar de rubro,
alquilando "La Aragonesa" para ver la habitación nos conduce por un largo
pasillo hasta la habitación del fondo, abrió la puerta- Todo olía a humedad,
paredes pintadas de Celeste oscuro con dibujos en el cielorraso llamaba
mi atención y le dije a mi acompañante. Acá deben haber dormido
French y Berutti, algún día.
Mi amigo sonrió y dijo y sí... A lo que el hotelero respondió; ah no sé señor,
soy nuevo aquí y a esos no los conocí. Anécdotas de mis años de viajante,
pero si detuve mi mirada en la cómoda con base de mármol y espejo
cuadrado.
Arreglamos el precio y desde entonces, cada vez que llegaba a ese pueblo,
disfrutaba de la gente del lugar, pero en especial, de Estela mi cliente
favorita, quien siempre me hacía confidencias- tenía muy mala relación
matrimonial.
Una tarde, pasado el mediodía, me invitó a pasar a su casa, me sirvió
un café, se puso a llorar y tomó mi mano como pidiéndome protección
y yo le tomé el cuerpo entero.
Desde entonces fuimos amantes, felices pero distantes.
Nos reuníamos en mi bulín, como siempre lo llamé hasta altas horas
de la madrugada, ya que su esposo era sereno de una estación
de servicio de combustibles.
Esa habitación conoció todo de mí, lo bueno, lo malo...
Cuando me quedaba solo, mientras me afeitaba, hacía caras y gestos
frente al espejo cuadrado y le hablaba, era mi confidente, mi otro
yo y a quién podía contarle lo mal que me sentía después de cada
noche de pasión con Estela, pensando en mi legítima esposa, tantas noches
sola, mi compañera de vida.
La que juré sería para siempre, pero justamente la vida nos lleva
por diversos caminos, nos sorprende, nos despeina, nos ensalza
y nos humilla.
Hoy vuelvo definitivamente a mi hogar, ya que me llegó la jubilación y un
escalofrío recorre todo mi cuerpo, estoy ante el espejo, una vez más,
como tantas, pero esta será la última y le hablo- Gracias amigo, vos sí que
me soportaste.
Te dejo mi frasco de Colonia, mi brocha de afeitar, me peine,
mi gomina, ah y algo muy especial, una carta de despedida para
Estela ya que no me atrevo a decirle adiós... Tal vez una mano anónima
se la haga llegar.
Hasta siempre, espejo de hotel, hoy más empañado que nunca
por estos gruesos lagrimones.


Seudónimo Mazo

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